domingo, abril 14, 2013

Y corrimos hacia los cerros


Ya habíamos escapado de aquel mal recuerdo y nos dejamos levar lo más alto que nuestras piernas nos permitieron ascender. La vista era la de siempre, montañas y montañas a nuestro alrededor y un atardecer que pronto se volvería la agonía de un rey tras la última colina. Lo habíamos visto caer miles de veces, pero esta tarde parecía demorar una vida entera. El tan esperado atardecer no llegaba y nosotros no parecíamos poder esperar mucho más, así que seguimos subiendo y subiendo, hasta que el valle se vio como una línea verde muy lejana. Con lo último de nuestro aliento llegamos hasta un mirador de piedra, que quizás antaño fue usado para observar el amplio territorio que la vista describía y que pudo haberle pertenecido  un rico señor inca. Esta vez no había necesidad de beber cosas chamánicas porque no era una de esas “subidas”. Esta vez lo hicimos para huir, para escapar de eso y de todo. Y casi lo estábamos logrando y en ese momento el sol se ocultó describiendo en el cielo un ejercicio de colores luz que nos devolvió la sonrisa y nos hizo agradecer por la oportunidad de vivir un día más. Pero la oscuridad nos atrapó de golpe y nos vimos desorientados y asustados hasta que la resignación nos hizo tomarlo con calma y esperar. Con la noche vienen nuevas luces, fugaces y casi imperceptibles. Y si tienes suerte, la Luna vendrá a besarte la boca y guiará tu camino de regreso. …pero si no deseo volver?...
Ambos encontramos la tibieza en la luz de nuestros ojos y no dejamos de mirarnos hasta que el frío seco que calaba nuestra alma, se vió derotado y se alejó dando trancos montaña abajo. Sabíamos para que habíamos subido tan alto y sin intercambiar una sola palabra nos sentamos uno al lado del otro para ver como la noche tomaba control del mundo y nos mostraba su cara mas bella, la que no muestra nunca en la ciudad, esa que las luces de los postes opacan con sus colores yodo. Una noche estrellada y de cielo despejado se abrió ante nosotros como una bendición que ambos creíamos no merecer. En lo profundo de lo profundo, una estrella azul se acerca desde dejos y su luz traza un sendero que nos invita a seguirlo. Sin querer nos tomamos de la mano y dejamos que nuestro nuevo impulso nos lleve hacia eso desconocido. Tenemos miedo?...no estoy seguro en realidad,. Solo seguimos y seguimos caminando.
El frío ha vuelto a colarse en nuestros corazones como un animal que vuelve para recuperar una presa que nunca consideró totalmente perdida, así que buscamos algo de yesca y unas ramas secas de algún arbusto muerto, que la desértica montaña ha dejado ahí como recuerdo de que la vida es solo para los más fuertes. Hacemos un fuego en honor a todos los viejos hombres que se rindieron a la embriaguez de pasar la noche bajo el manto universal y que brindaron alrededor del elemento de los dioses. Un fuego para volver a vernos juntos y para unirnos en un solo lado sentados uno al lado del otro. Y es cuando debería poder decir algo pero callas, porque el silencio es mucho mejor que una caricia que nadie espera.
Entonces aceptamos haber renunciado a todo, y corremos. Y la nada nos envuelve pero nos reímos para hacer algo diferente. Y volamos juntos en un sentimiento demasiado alegre para ser real, pero seguimos creyendo que durará para siempre y entonces descubrimos que reír juntos es mejor que sufrir juntos. Sabemos que nada va a cambiar eso y decidimos que no nos detendremos y que el rock ‘n roll hará el resto. Ahora somos parte de algo más grande, la maldita humanidad nos acoge  con los malditos brazos abiertos pero no queremos volver… o quizás ya no podemos.
La noche pasa calmadamente mientras tú y yo deseamos que el instante dure para siempre, como cuando la lluvia es tibia y nos acaricia la piel desnuda. Solo nosotros dos y la verdad entre nosotros de hace evidente….pero en nuestros ojos está el verbo, y el predicado.
Emonces me besas y me dices que no… y claro, era lo que esperaba.        

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